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viernes, 23 de octubre de 2009

Medios de comunicación: Sistema Paralelo de Justicia

Los medios de comunicación nos ayudan a relacionarnos con el mundo y nos conducen a una sociedad cada vez más global, los ciudadanos nunca habían estado tan informados. Los tres grandes medios de comunicación actuales: prensa, radio y televisión, a los que empieza a sumarse Internet, nos acercan a una actualidad cada vez más inmediata

Los medios, pero muy especialmente la televisión, imponen sus formatos a los acontecimientos políticos. Los medios pocas veces nos ayudan, intencionadamente al menos, a entender esa dimensión global de los acontecimientos. Los ciudadanos, conectados todo el día a la radio, a la internet, a la prensa en gran escala y muy especialmente a la televisión, disponen en un sólo día de flujos de datos similares que se repiten todo el día en todos los noticieros. En los asuntos públicos ese síndrome de aturdimiento es particularmente delicado. Las fronteras entre lo trivial y lo importante, se han difuminado al mismo tiempo que se borran las distancias entre los rumores y los hechos, entre el espectáculo y la información.

Al cumplir esta tarea los medios asumen una de sus funciones más vitales: instalarse como jueces de la actuación cotidiana de los dirigentes del aparato estatal y de la sociedad mexicana en su conjunto. Los medios de comunicación son los que se sienten con la autoridad de señalar, de proceder y de administrar justicia; sobre todo en aquellos hechos o circunstancias en que se ven involucrados políticos, empresarios, y hasta hace unos años el narcotráfico.

La ola de violencia desatada por el crimen organizado en México ha vuelto vulnerables todos los sectores de la sociedad y actores políticos del país. Hace unos meses, Eduardo Medina Mora, procurador General de la República, aseguró que el crimen organizado utiliza a los medios de comunicación para amedrentar a la ciudadanía. Esta aseveración resulta en cierta forma razonable porque mediante la promoción de las ejecuciones y de la crudeza en que son informados, la población se atemoriza y descalifica la lucha del Gobierno Federal en contra del crimen organizado.

La difusión de ejecuciones, secuestros, levantones y ajustes de cuentas entre bandas le permite a la ciudadanía estar al tanto de las dimensiones progresivas del crimen organizado y su amenaza. Pero la publicación reiterada y atropellada de esos hechos, especialmente cuando se publican imágenes atroces de tales crímenes, puede crear un efecto de aturdimiento, o peor aún, que la sociedad se acostumbre a vivir en un clima de violencia y que estos actos parezcan cotidianos.

Darío Restrepo mencionó algo que me llamó la atención, y es que la ética vende. Darío hace una clasificación de los medios de comunicación: el medio “centavero” en donde la edición de hoy tiene que financiar la edición de mañana, y la de los medios que degradan la función social del medio de comunicación con el único objetivo de generar jugosas ganancias. Restrepo hace una crítica a la “ética” de los medios diciendo: “…Porque un medio de comunicación es tanto más digno cuanto más cercano está al interés público; es más indigno cuanto más cercano está al interés privado”.

Ante la cadena de acontecimientos que se han suscitado en el último año, desde la tragedia de la discoteca News Divine; la muerte de Juan Camilo Mouriño; la ola de secuestros en el país; las ejecuciones producto de la guerra declarada del Gobierno federal contra el narcotráfico; la contingencia sanitaria por el virus de influenza humana, hasta la tragedia por el incendio en la guardería ABC, en Hermosillo, Sonora, las principales televisoras de México se han visto envueltas en una carrera mediática para ver quién transmite la información más rápido, sin importar si hieren susceptibilidades o si la información es real o no.

Por otra parte, los medios tienden a focalizar su interés sobre las irregularidades, especialmente si estas irregularidades provienen de las instancias de Gobierno o de algún miembro de la clase política. Estos hechos han instigado a que los medios se encarguen de juzgar a los jueces, tal es el caso de la SCJN en donde ocho de los 11 ministros que la integran cedieron a las presiones de los medios y de la opinión pública para investigar el caso del incendio en la guardería ABC, en Sonora. Su actuación está siendo sometida al más escrupuloso escrutinio.

Las presiones recibidas son múltiples y contradictorias, sobre todo en sociedades como las nuestras en donde se habla cada vez más de una “judicialización de la política y de una politización de la justicia”, circunstancias que tornan más vulnerable al Poder Judicial frente al poder mediático.

El reconocimiento ciudadano a la actuación de los medios se expresa mediante la aprobación de su desempeño en las distintas encuestas realizadas por diversos organismos de la sociedad civil. La ciudadanía en muchas ocasiones se dirige primero a los medios para plantear sus problemas y hasta después recurren a los tribunales de justicia. Esta actitud acrecienta su importancia y ratifica la legitimidad de sus políticas informativas.

Nada ni nadie queda fuera de la mirada de los medios. La televisión en su afán de abarcar todo, penetra con su mirada en cámaras y recintos, lo que debemos de evitar como periodistas es la creación de tribunales paralelos en la administración de justicia. Sin embargo, a los medios les cuesta mucho rectificar sus errores. ¿Podrá revertirse esta tendencia? Se trata de uno de los temas más controvertidos del ejercicio periodístico. Cada vez más muchos periodistas asumen que parte de su labor consiste no sólo en plantear los hechos y situaciones, sino que frente a una justicia cada vez más enrarecida, le corresponde juzgar y condenar todo aquello que consideren injusto. De hecho, está volviéndose frecuente que cuando los políticos se quieren defender de señalamientos que los contradicen o incomodan, le echen la culpa a la prensa.

También podría procurarse y esa sería una tarea de ambas partes, la “desteatralización” y el escándalo de la política en los medios. Pero esa, a estas alturas, no puede ser tarea sólo de los políticos, ni sólo de los comunicadores. Todos ellos, en todo caso, no serían nada sin la sociedad. La ética y la responsabilidad tanto en el poder político como en los medios y que en el caso de la prensa, amerita de códigos e incluso también instituciones de autorregulación; ayudarán a nutrir cultural e intelectualmente un alto porcentaje de la población, lo que hace que la estructura social sea más analítica.




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